Sé que salí de mi casa al escuchar como tocaban la puerta mientras hablaba con mis hermanas. Era muy común que toquen la puerta, por lo que abrí esperando encontrarme a la vecina, pero ví a mis sobrinas. Un sentimiento de felicidad y emoción empañó mi corazón, recuerdo. Hace tiempo no las veía.
"¡Que grandes que están! Dios me las bendiga, ¿Cómo sigue Ana Rosa, aún tan cascarrabias como antes?" Son algunas de las preguntas que formulé. Mis hermanas se unieron a nuestra conversación y en vista de esta nueva visita decidimos preparar un café para charlar un rato afuera. No importa que haya mucho calor, siempre debe haber café.
Mis hermanas y yo teníamos nuestras gorras puestas para atenuar el sol que nos buscaba quemar el rostro. No recuerdo quien sacó una cámara.
Una de mis sobrinas llamó para apurarme, "deja las sillas, ven rapidito para tomarnos una foto" me dijo. En estos momentos no recuerdo que le respondí, pero no podíamos parar de reír. Nos ubicamos frente a mi casa y entre risas nos tomaron la foto.
Sé que después de eso mis sobrinas se quedaron toda la tarde y hablamos mucho más, después se fueron y cada vez las veía menos. Yo les quería mostrar mi casa, ya casi finalizada, y hacerles saber que eran más que bienvenidas.
Ya ha pasado mucho de esa foto, y ya mis sobrinas son todas unas mujeres.